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7 de abril de 2017

[CRÍTICA] Manchester frente al mar: La contención expresiva


Manchester frente al mar, tercer trabajo en la dirección de Kenneth Lonergan, supone una bella y árida obra dramática a través de la contención actoral y los recursos cinematográficos.

Casey Affleck interpreta a Lee Chandler como un ser apagado, vacío, cuyas emociones tienden a asomar solo durante escasos segundos. Personaje que recuerda y actualiza al interpretado por Mark Ruffalo en Puedes contar conmigo (1999), ópera prima de un Lonergan que se sirve de la muerte del hermano del protagonista y la acogida por parte de Lee de su hijo adolescente como desencadenante de una historia cuyo objetivo no es contarse sino conocerse. Así, en vez de suceder las acciones cronológicamente, Manchester frente al mar intercala tiempos de manera constante en un ir y venir de momentos que forman una narración ordenada, pero no de la historia, sino del protagonista.


Mientras que Affleck muestra una continua e inmensa expresión de vacío roto, los flashbacks nos darán la información que necesitamos comprender. Con la poderosa música ejerciendo de rompehielos del sentimiento soterrado bajo las más dramáticas escenas, el protagonista quedará retratado también por la frialdad del paisaje de su pequeño pueblo costero (Manchester by the sea). Mientras, el resto de personajes, primero su sobrino (Lucas Edges) que intenta seguir con su vida diaria, propia de un adolescente popular, y, finalmente, su ex-mujer (interpretada por Michelle Williams) intentarán traspasar la coraza invernal del protagonista para devolverle su alma ausente.

Lonergan consigue aunar contención y sentimiento rozando el límite de ambas. El resultado es un drama magistralmente equilibrado capaz de afectar primero para permanecer después.

Rafael S. Casademont


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