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10 de febrero de 2015

[CRÍTICA] Dos días, una noche: Luz en la oscuridad del cine de los Dardenne


 Los Dardenne volvieron a la carga en Cannes con su nuevo proyecto Dos días, una noche. La pareja de realizadores que ya se han hecho con la Palma de Oro en dos ocasiones, la primera en 1999 por Rosetta y la segunda en 2005 por El Niño, se perfilaban como unos de los favoritos para conseguir el premio a Mejor Película y convertirse en los primeros cineastas poseedores de tres Palmas de Oro.

Y es que cada vez que los Dardenne han pisado la ciudad francesa han salido con algún premio bajo el brazo, lo que hace más sorprendente aún que este año se fueran de vacío. ''Dos días, una noche'' nos cuenta la historia de Sandra, a la que echan de su trabajo por recortes de presupuesto. Sandra se propone en un fin de semana convencer a sus antiguos compañeros de trabajo de que le devuelvan el empleo rebajando una porción de su sueldo. El debate entre los que están a favor de esa medida y los que no, será la trama principal del film.


Sorprende que una actriz como Marion Cotillard trabaje bajo los mandos de los hermanos Dardenne ya que estos no acostumbran a trabajar con caras muy conocidas por los medios. Dejando a un lado el dato anterior, la elección de Cotillard parece acertada respecto al tipo de personaje que parecen buscar la pareja de realizadores.

Pero seguramente lo que no terminó de convencer al jurado presidido por Jane Campion pudo ser, entre otros muchos aspectos, que el cine de los belgas siempre ha generado una sensación de ocultar. De ocultar pasados, de hacer pensar al espectador que existen unos ''bajos fondos'' en sus films que no vemos, y que en Dos días, una noche no terminan de aparecer, ya que la totalidad de sus personajes son diseccionados ante el espectador de manera más que clara. Cualquiera que recuerde los ''chanchullos'' llevados a cabo por la organización de compradores de niños en El Niño o el oscuro pasado de Oliver en El hijo, se percata de que ese pasado oscuro y tenebroso, que suma misterio a las historias de los hermanos Dardenne, falta en esta bien intencionada Dos días, una noche. Sandra no es un misterio, es una realidad, de la que además estamos bastante enterados hoy día, por desgracia, en gran parte de Europa.


De esta manera Dos días, una noche queda como una representación bastante formal de la situación que nos rodea, con personajes potentes, pero que no golpea al espectador con la contundencia de muchos de sus otros films. Quizás los Dardenne deberían volver a demostrarnos en el futuro que son especialistas en rasgar en las situaciones más oscuras de la sociedad, y no aquellas que, repito por desgracia, ya estamos acostumbrados a ver.



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