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6 de febrero de 2014

La Venus de las pieles: Un espejo hacia su interior



El ''estreno de la semana'' junto a La gran estafa americana de David O. Russell corría a cargo del ya veterano y popular director de origen polaco.

La nueva obra de Polanski habla de la contraposición de apariencias, de lo que la cultura, el refinamiento, la ignorancia y los malos modales pueden esconder. El realizador propone un juego teatral-cinematográfico al más puro estilo Eva al desnudo (1950) en el que las personalidades de los protagonistas se entremezclan entre realidad y ficción, de forma intencionada, para conducir la trama por el sendero que el director desea. Jugando con esta deformación de personajes Polanski crea una historia confusa, sin perder su aparente
simpleza, con una puesta en escena brillante y sofisticada. Todo este ejercicio de estilo nos deja unas milimetradas pistas para poder dar coherencia al mapa de artificiosas actitudes que caracterizan a los dos personajes.


Un ejercicio de cine limpio y simplista en su planteamiento, que enfrenta dos magníficas interpretaciones (Mathieu Amalric y Emmanuelle Seigner) en una localización claustrofóbica de la que el director sabe sacar el mejor partido para conseguir una atmósfera atrayente, cálida y cercana al espectador.

Venus quiere llevar sus pieles, esas pieles que la convierten en lo que es en realidad, que se comportan como un espejo hacia su interior y que harán aflorar toda clase de sentimientos reprimidos. Polanski hace que en la segunda parte del film los personajes se desprendan de sus máscaras dando un giro radical a un argumento que finalmente resulta progresivo y creíble, tanto por su estupenda realización como por el fantástico trabajo de los intérpretes.


Simple y atrevida a partes iguales, La Venus de las pieles demuestra que el director de Chinatown (1974) sigue ofreciendo al mundo cine de la mejor calidad.


Alfonso Cañadas para Cine a la Carbonara.
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