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22 de junio de 2016

[CRÍTICA] Más allá de las montañas: La erosión personal y colectiva del paso del tiempo



El director chino Jia Zhangke es uno de los directores asiáticos más reconocidos internacionalmente. Sin embargo, es en su propio país, China, donde su reconocimiento es más bien escaso en comparación con otras figura menos conflictivas. Zhangke aborda en cada una de sus películas una idea en dos niveles, el primero y más cercano, son sus personajes y, en esencia, la historia que nos narra la película. En un segundo plano se encuentra la parte más problemática de su cine para un gobierno como el del gigante asiático; la reflexión, siempre amplia, compleja y llena de matices de la situación de su país y de su sociedad, cristalizada en la pequeña historia que nos cuenta de forma, aparentemente, simple.


En Más allá de las montañas el director aborda una historia en tres partes. La primera, situada a finales de siglo, nos cuenta la historia de Tao, interpretada magistralmente por la habitual actriz del realizador, Tao Zhao, y sus dos pretendientes, el rico Zang y el minero Lianzi. Después, en 2014, una madura Tao se reencuentra con su hijo, que vive con su padre en Shangái. Ya en 2025, el hijo, criado en Australia y sin ni siquiera recordar su idioma natal se plantea volver a casa para encontrarse con su madre ayudado por su profesora y amante. 


De esta forma, Zhangke nos regala unos personajes cargados de emociones, perfectamente construidos mediante un guión lleno de reposo y reflexión. Los personajes se van creando poco a poco, a lo largo de esos más de 25 años que se suceden durante la película. Sin embargo, la historia, lejos de ser tediosamente descriptiva y novelesca, avanza con escasas pinceladas, cambiando la historia de sus protagonistas en cada escena. Primero los dos hombres, luego una madre y su hijo y, finalmente, un joven y su amante madura serán los protagonistas de una historia conectada de forma delicada e incisiva. Como es habitual en el cine asiático de los grandes autores, las escenas y el cine hablan y dicen mucho más que el propio diálogo. Alejándose de una representación críptica de los personajes pero sin explotar directamente el melodrama, los actores de Zhangke se declaran, se rompen por dentro y exclaman al cielo sus sentimientos de manera clara pero invisible, con pequeños gestos, con no-acciones y con pequeñas contradicciones. Un simple movimiento de cámara enseña una atracción oculta y una invitación polvorienta sobre la mesa representa un amor perdido para siempre. Para acabar, hay que resaltar la genialidad con la que el autor chino utiliza Go west de los Pet Shop Boys para cristalizar toda una película, una historia personal y la de un país de forma tan divertida como triste, una unión de sentimientos que cristalizan solo en el gran cine, cine del que Más allá de las montañas muestra varios trazos. 


Pese a las grandes virtudes de la película, es cierto que no nos encontramos ante la mejor película del autor de Un toque de violencia o El mundo. Las historias, dividas en tres partes, separadas también por el formato que va ampliando su anchura y por títulos de crédito, resulta algo irregular. Así, la película cuenta con una segunda parte, que engloba todo el tramo futurista y la despedida de madre e hijo mucho más poderosa que una primera, entre jocosa y emotiva, con algún trazo violento, menos conseguida. A su vez, al acierto del tema de los Pet Shop Boys se añade, por el contrario, un leitmotiv musical repetitivo y cargante que llena de dramatismo melodramático unas escenas que ni necesitan ni merecen ese trato. Para acabar, la interpretación de su protagonista femenina, así como de los protagonistas de la última parte se encuentra muy por encima de los dos pretendientes cuyos personajes están más desubicados que Tao y su hijo, sin duda, el corazón de la película.


Respecto a la mirada que Zhangke nos transmite sobre su país y sociedad, resulta especialmente interesante la historia futurista. Pese a que el cambio de siglo, así como la época actual, suponen fechas clave en el desarrollo de China, es en el futuro donde el autor puede exhibir un mensaje más claro y potente. Aunque se podría derivar mucho acerca de lo que nos quiere contar, denunciar o simplemente exponer el realizador chino, hay un momento que destaca por encima del resto. El joven, criado en Australia, en un colegio internacional, ha olvidado, como decíamos más arriba, su propio idioma. Su padre, sin embargo, aún no domina el inglés. El adolescente, desubicado y con ganas de encontrar su lugar en el mundo y su verdadera identidad, decide decirle a su padre que deja los estudios y se va, aunque no sabe a dónde. La clave está en que para esta escena, ambos necesitaran un traductor. De una forma tan simple como concisa, el realizador chino lleva a la literalidad la eterna incomprensión entre padres e hijos en un futuro que se avecina más cercano de lo que parece. Así, la desubicación de la juventud inmigrante y la de una madurez que ya no reconoce su propio mundo acaba con la desarmante afirmación “tu hijo es el traductor de Google”.

Por Rafael S. Casademont
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