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17 de febrero de 2015

[CRÍTICA] Tangerines: El sin sentido de la guerra



Tangerines, la película estonia del director georgiano Zaza Urushade está nominada al Oscar a Mejor película extranjera. Aunque, a priori, no cuenta con muchas posibilidades, esa nominación nos ha permitido descubrir una película humilde, con un gran mensaje, entretenida y sin lugar a dudas tan sabía cómo el personaje que retrata.


La película, situada en los conflictos de Europa del este en los años noventa, narra el enfrentamiento entre georgianos y chechenos por la tierra de Abkhaiza. En esa tierra, ya casi despoblada, vive Ivo, un anciano estonio que se resiste a abandonar el lugar y volver a Estonia con el resto de su familia. Lo único que hace es fabricar cajas de madera para ayudar a su amigo Margus, el otro estonio del lugar que quiere recolectar su cosecha de mandarinas antes de marcharse. Un día, poco antes de la recolección, dos pequeños grupos militares se enfrentan a las puertas de la casa del protagonista. Solo habrá dos supervivientes, ambos de bandos diferentes, que serán atendidos y salvados por Ivo. Aunque ambos desean matar al otro prometen a su salvador respeto y no derramar sangre mientras estén bajo su cuidado.


Con este sencilla e interesante premisa la película desarma con apabullante y brillante sencillez la estupidez de la guerra. Cuando dos personas se conocen no pueden sino aceptar que el rival no es de un país u otro, de una u otra religión, sino simplemente una persona que pertenece a un colectivo. Las guerras son entre colectivos y en ellos tienen un sentido que entre personas individuales resulta totalmente absurdo.


La película avanza de forma cada vez más interesante cuando los dos soldados deban incluso ayudarse mutuamente para salvar la vida a Ivo de alguno de sus propios bandos, recolectar a tiempo las mandarinas del pobre Margus (toda una metáfora de la importancia de las cosas corrientes en tiempo de guerra), etc.


Ivo es un personaje sabio, valiente y curtido que dará una lección de humanidad y sabiduría tras otra sin pretenderlo, su coherencia es su mejor arma y la guerra está fuera de ella por definición.

Tangerines es capaz de, en menos de hora y media, desarmar las “razones” de cualquier conflicto bélico. Así de flojos e inestables son. Pero entonces ¿por qué siguen existiendo? La humanidad no aprende, quizás, por que se necesitan más películas como Tangerines y menos Mercenarios 4 pero, sobre todo, más gente que las vea.


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